No hay lugar a dudas que en la mayoría de los seres humanos el temor
fundamental es el de morir. La irrefutable realidad de aniquilación como
organismos vivos vulnera nuestro inmenso orgullo espiritual. La
limitación visual puede parecer como la muerte de una proyección de
vida humana ideal en la línea de un funcionamiento físico y sensorial
completo y competente.
Cuando dos personas esperan el nacimiento de un hijo, necesariamente
idealizan a ese pequeño ser que ha de llegar. Nadie vive realmente
preparado para ser “papá” o “mamá” y menos de un niño con algún
tipo de limitación. Por este motivo, cuando la situación se presenta,
los padres y la familia en general viven un autentico duelo con los
matices emocionales propios de cualquier otra pérdida. Muere la idea
del hijo imaginado “perfecto” y es necesario asumir la del hijo real,
diferente, “con limitación”. Cognición y emoción se funden en las
actitudes que se generarán en la interacción con esa nueva persona.
Es necesario que como padres examinen los sentimientos que este
suceso les origina. Ustedes, papá y mamá, deben aprender a discernir
aquellas conductas matizadas por el sentimiento hacia el ideal del hijo
que esperaban y las que nacen de la presencia del hijo real.
La aceptación íntegra de ese hijo se logra a través de adecuadas
estrategias de amor que reviertan en la conversión del imaginario ese
niño o niña con limitación visual y pase de ser referente de dolor a
referente de esperanza, seguridad y cariño.
Lo importante es que la aniquilación de ese ideal humano inicial, no se
convierta en la muerte social de una persona y que la familia sea capaz
de vislumbrar campos de acción enriquecedores en la formación humana
de la persona con limitación visual. Y que tenga presente que todas las
experiencias vitales constituyen un riesgo de enfrentar al dolor: crear
ambientes protegidos para evitar experiencias frustrantes no garantizan
la verdadera auto-realización de una persona. Un individuo con alguna
limitación que esté vivo socialmente, irá incorporando tácticas y
estrategias para ser superior a cada una de las circunstancias frustrantes
que enfrente y sus lazos afectivos estarán basados en la auto-confianza
y en la honesta valoración que realice de quienes los rodea.
El universo afectivo es complicado y variante. Las circunstancias en
que se presenta una limitación, en nuestro caso la visual, determina
también esa fluctuación de emociones. Los padres de un niño ciego
congénito seguramente viven el trauma de forma muy distinta a los
padres de un niño que queda ciego en una edad más tardía y ambos
se diferenciarán de los de un niño con baja visión que permanece con
un remanente estable, o cuyo residuo va disminuyendo y, todos ellos,
diferirán enormemente de los padres de los niños con limitación visual
y problemas asociados (retardo mental, autismo, parálisis cerebral,
etc.) pero de base todos enfrentan la eliminación de un ideal de vida
y han de enfrentarse, con el valor que otorga el amor, a la aceptación
de un nuevo nacimiento: el del hijo que “nunca fue”, o que “dejó de
ser”. El nacimiento del hijo que ES.
viernes, 3 de octubre de 2008
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