viernes, 3 de octubre de 2008

ACEPTACIÓN PARA LA ADAPTACIÓN


Aceptación y Adaptación constituyen las dos fases de un proceso nada
fácil, en el cual se complementan y conforman las dos caras de una
misma moneda. Sin una aceptación real a la limitación, las estrategias
rehabilitatorias o educativas para alcanzar la adaptación al entorno
pueden resultar inoperantes en muchos casos y sin éstas se carece
de un elemento más que aporta conocimiento sobre una manera eficaz,
en el desarrollo de actividades, que contribuiría a la re-valoración
objetiva y personal del individuo con alguna limitación.

Se dijo anteriormente que enfrentarse a una limitación de cualquier
tipo confronta a quien la presenta y a su grupo humano (familia) con
sus temores y dolores de pérdida. Se genera un duelo. Pero este duelo
se presentará con algunas variaciones, dependiendo de variables
importantes como el carácter congénito (de nacimiento) o adventicio
(adquirido tardíamente) de la limitación visual, la edad, la personalidad,
y las actitudes sociales.

Louis Cholden, psiquiatra norteamericano, señala que la rehabilitación
de un adulto ciego implica una reorganización de su mundo interior
que conlleva la aceptación de la diferencia. Este no es un proceso
sencillo; la rehabilitación psicológica es imprescindible y debería ser
paralela a la rehabilitación física o educativa. En este proceso suelen
presentarse dos etapas fundamentales: El shock y la depresión.

La primera se caracteriza por un estado de incapacidad sensitiva e
intelectual y suele durar desde un par de días hasta varias semanas.

Parece que por ser tan importante y dura la tarea que viene,
disminuyese durante cierto tiempo el gasto de energías
para enfrentarse con más fuerza a ella. La sensación
de desintegración y caos es una reacción
que viene producida por un constreñimiento del ego,
que suele darse en todas las situaciones de emergencia.

(Cholden 1950)

La fase de DEPRESIÓN se inicia cuando la persona comienza a
reaccionar, dejando de lado esa inmovilidad psíquica que es el trauma
o shock, y sus sentimientos se caracterizan por la desesperación, la
auto-censura y la autocompasión. Según Cholden esta etapa es
imprescindible en la persona que ha quedado ciega antes de una
aceptación total de su situación.

La persona que ha adquirido una incapacidad
debe tomar plena conciencia de que perdió algo de sí misma,
que es una persona diferente, con distintas capacidades
y potencialidades de las que poseía anteriormente.
Naturalmente notará la falta del órgano perdido
pero también se dará cuenta del cambio
que haya podido producirse en su apariencia física
y en lo más hondo de sí mismo..

(Cholden, 1950)

con limitaciónCuando los médicos y la familia pretenden, con buena intención, eliminar
las reacciones depresivas del limitado visual, retrasan el proceso de
aceptación a la limitación. La negación de esta realidad lleva a que
se recurra a ideas salvadoras como los avances de la ciencia o la
fe religiosa. A nadie se le pueden aniquilar sus esperanzas y
seguramente, la persona con limitación visual continuará guardando
estos anhelos en lo profundo de su ser, pero afianzarse, tercamente,
a posibilidades que en la mayoría de los casos son imposibles, impide
que el adulto ciego e incluso el mismo niño, se apropien de su realidad
actual. Se pueden, en cambio, promover pensamientos, sentimientos
y actitudes orientadas a vivir el “AQUI y el AHORA”, independientemente
de otras probabilidades. Pero esto resulta bastante difícil de asumir,
por parte de la familia de aquella persona visual, porque ellos

mismos intentan disminuir sus angustias y dolor, aferrándose a
tales ideas. En este punto es importante la claridad de los diagnósticos
que aporten los profesionales de la salud, especialmente el oftalmólogo.

Si una persona ha quedado ciega, o está en proceso de vivir esta
situación, debe conocer su circunstancia real por catastrófica y cruel
que parezca: ocultarle la verdad no contribuye al proceso de aceptación
y posteriormente, a su rehabilitación. En cuanto a los niños y
adolescentes con limitación visual, usted como padre de familia ha
de tener presente una serie de variables que determinan el tipo de
aceptación que se evidencia en cada caso.

Los niños ciegos congénitos (de nacimiento) aprenden, desde
pequeños, su condición particular aunque no alcancen, en principio,
a dimensionar sus consecuencias y sobre todo, su carácter
permanente. Es un aprendizaje paulatino que los va haciendo
conscientes de su diferencia. La adaptación al medio suele ser más
fácil en la medida en que se aprovechen los recursos disponibles y
los padres, principalmente, contribuyan a la formación de actitudes
positivas ante la limitación visual. Recordamos que éstas son
concomitantes con la forma de pensar y de sentir, de tal manera que
unos padres que perciban la limitación de su hijo como algo catastrófico,
que lo invalida como ser humano para llevar una vida adecuada y feliz,
no serán garantía para un desarrollo psicológico óptimo de ese niño.

La familia de un niño ciego congénito procura las situaciones que
conlleven una apreciación objetiva de su circunstancia con la más
honesta evaluación en términos de capacidades y limitaciones,
fortaleciendo un autoconcepto positivo y una aproximación al mundo
que lo rodea de manera, enriquecedora. El niño puede preguntar, en
algún momento de la infancia, los motivos de su ceguera, las
implicaciones de la misma a nivel de la apariencia física y manifestar
inquietudes sobre cómo desarrollar algunas actividades como las que
realizan sus amiguitos. Usted, padre y madre de familia, pueden aportar
las respuestas más acertadas, en la medida en que su estabilidad
emocional se ajuste a la situación.

Recuerde que la mayor veracidad en cuanto al origen de la ceguera
y su pronóstico contribuyen a desarrollar sentimientos, pensamientos
y actitudes de aceptación. Esto es aplicable en el caso de los niños

con baja visión, que pueden perder gradualmente su residuo. La
experiencia reporta, en estos casos, una asimilación gradual de la
situación tanto por parte del padre de familia como del niño.
Generalmente, los mismos niños van ingeniándose alternativas para
continuar desarrollando algunas actividades visualmente practicadas.
Sin embargo, es importante estar atentos a qué tipo de actividades
pueden continuar bajo algunas precauciones y cuáles no. Un ejemplo
típico con los niños de baja visión, es el uso de la bicicleta, instrumento
que muchas veces se convierte en un referente constante al argumento
de “YO PUEDO”.

A pesar de que la limitación se va asimilando de una forma más natural,
algunos padres asumen y transmiten a su hijo reacciones de negación
(“tu nunca vas a ser ciego”) y de angustia, que les impiden plantearse
acciones eficaces para superar ellos mismos la situación y enseñarle
a su hijo cómo lograrlo.

Al enfrentar el hecho de que un hijo quede ciego tardíamente
(adventicio) por causa de un accidente o enfermedad, los padres
experimentan emociones de tal intensidad como las de los padres
del niño que nace ciego. No quiere esto decir que los padres de
un niño con baja visión, que pierde paulatinamente su remanente,
no vivan profundamente estas emociones, sino que ellos tienen un
compás de espera que les permite adaptarse día a día a los
sucesos, esperando muchas veces lo peor (dependerá también sí
existen otras enfermedades más graves o limitaciones asociadas).
Pero los padres del niño o joven con ceguera tardía asisten al final,
a la aniquilación de una imagen idealizada de su hijo. El proyecto
de vida cambia irremediablemente y es algo traumático de lo cual
deberá ser plenamente consciente el propio niño, en la medida que
se procuren los elementos que faciliten la aceptación.

Cada caso tendrá, de todas maneras, sus matices particulares y la
intervención profesional estará orientada a explorarlos y a procurar,
en todo caso, recursos catárticos para que el niño, y los padres,
expresen sus sentimientos.

En el adolescente ciego entran en juego factores de gran importancia
porque esta etapa representa una de las transiciones más importantes
de la vida, un cambio fundamental en el desempeño del rol basado

en replanteamientos y nuevas formas de interpretar la existencia.
Aspectos como la sexualidad, la genitalidad, la imagen corporal, las
aptitudes, las relaciones interpersonales o la rebeldía acompañada del
afán de independencia, establecen nuevos marcos de referencia al
desempeño personal.

Determinadas preocupaciones propias de los adolescentes
hacen especialmente difícil la aceptación de la ceguera.
Podemos señalar, por ejemplo, la importancia que tiene
la atracción física en las mujeres y la fuerza y la independencia
en los hombres. Estas preocupaciones se relacionan,
casi siempre con temores de carácter sexual,
acentuados en los adolescentes ciegos. También el desarrollo
de la independencia, incompatible muchas veces con la limitaciones
que impone la ceguera. El exhibicionismo, mezclado con el deseo
de anonimato que también es propicio en los adolescentes..

(Cholden 1950)

En el adolescente ciego o con baja visión, se requiere alentar un espíritu
independiente, de riesgo ante situaciones sociales que lo lleven a una
exploración de su autoestima mediante la funcionalidad que presente.
En algunos de ellos esto no será necesario porque sus padres,
seguramente, les brindaron oportunidades de independencia desde
niños.

Existen manifestaciones como el no querer usar el bastón, que son
propios de la edad y que de persistir denotaría una no aceptación de
su condición como persona con ceguera. El atractivo físico, tan
importante, puede ser desfavorable para muchos de ellos (por
deformaciones, usos de prótesis y otros) y llevarlos a sentirse en doble
desventaja. Aquí la familia y quienes rodean al adolescente procurarán
trabajar por un mejor auto-concepto haciendo énfasis en características
de personalidad a nivel intelectual y actitudinal (inteligencia, simpatía,
elocuencia, buen genio, etc.).

De todas maneras, usted debe tener presente que muchos de los
conflictos que se pueden presentar en la adolescencia, relacionados
o no con la limitación visual, serán más fácilmente abordados en procura
de una solución, si usted ha brindado a su hijo, desde la infancia,

espacios de dialogo y distensión para la expresión de inquietudes,
sentimientos y reflexiones acerca de la vida misma y de la limitación
visual como un evento que debe ser asimilado adecuadamente para
que no sea un obstáculo para la auto-realización del individuo.

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