lunes, 29 de septiembre de 2008

"Y LA VIDA VA ..."

Cuando existe un evento significativo en nuestra vida, cuando se
experimenta una transición, se asume un nuevo rol. La cotidianidad
sigue imponiéndose aunque traiga nuevos elementos para nuestro
desempeño como seres humanos. De todas maneras, siempre existirá
una resistencia a asumir conductos que no formaban parte de nuestro
repertorio tradicional. La formación como un individuo «nuevo», no es
una tarea fácil.


La vida social, el entorno cultural en que se desenvuelve una persona
con limitación visual, va exigiendo una acomodación y adaptación de
éste en cada una de las situaciones. Por este motivo, su patrón de
respuesta ante el estrés puede variar significativamente: en
determinadas circunstancias puede ser más primitivo, en otros más
evolucionado (entiéndase más equilibrado). El resultado ideal sería
respuestas cada vez más congruentes unas con otras en un marco
de adecuada aceptación y adaptación de su circunstancia.


El cómo una persona se desempeña en un entorno social, partiendo
de la relación en el núcleo familiar, es un indicador importante de cómo
ha marchado su proceso de aceptación a la limitación visual. ¿Qué
características son comunes en su relación con otras personas?
¿Existen “compensaciones” emocionales, es decir, hay respuestas,
que antes no se presentaban, con un contenido emotivo determinadas
por ser un individuo con limitación visual? ¿O son conductas
tradicionales en su historia personal agudizadas por la situación de
enfrentarse a una discapacidad? Y en el caso de los niños ¿cuáles
son esos cambios significativos de conducta? (si la ceguera es
adventicia o si la disminución del residuo visual es constante) ¿en qué
se diferencia a nivel del comportamiento, con sus hermanos y otros
niños? (si la ceguera es congénita).


Estos interrogantes van siendo esclarecidos a medida que los adultos
cercanos agudizan su capacidad de comprender los sentimientos y
el componente cognitivo de estos niños y jóvenes.
El estilo de funcionamiento social imperante en la familia, va
determinando los patrones de comportamiento del niño con el entorno.
Sin embargo, existen múltiples variantes a considerar porque los padres
pueden asumir actitudes totalmente diferentes con el hijo que presenta
ceguera o baja visión, que van en detrimento de su desarrollo
psicológico y social, a pesar de que en la familia existan condiciones
adecuadas de relación intrasocial e intercultural. Vale aquí el ejemplo
de un padre de familia con unas excelentes relaciones interpersonales,
con gran éxito social, a quien la discapacidad de su hijo lo avergüenza
grandemente, y por lo tanto, crea las condiciones de inhibición para
su hijo, alejándolo de los contactos sociales. Tal depravación social
conducirá a la formación de una personalidad en el niño, opuesta a
la del padre.


Muchos padres de familia conciben el éxito personal en función de logros
sociales en todos los aspectos (hay que triunfar en el trabajo, hay que
triunfar en los negocios, hay que triunfar en el matrimonio, hay que
triunfar en la amistad). Son inflexibles ante el error propio o de otros,
y no se ejercitan en la apropiación de herramientas para enfrentar crisis
o situaciones de estrés normativo (cotidiano); estos preceptos los
transmiten a sus hijos sin considerar que demasiadas exigencias y
con niveles supremamente altos, los enfrentarán a un mayor número
de situaciones frustrantes y, el no estar preparados adecuadamente
para ello, repercutirá en su autoestima. Esta consideración es
especialmente válida en el caso de los niños y jóvenes con limitación
visual. Se observa en padres de estos niños actitudes que pueden
entenderse como una compensación emocional ante el dolor de la
pérdida de aquel hijo soñado, idealizado, diferente a quien ésta hoy
con ellos. Los padres comienzan a soñar, entonces, con otro hijo acorde
a sus expectativas. No existe nada de malo en querer procurar las
oportunidades para que el hijo con limitación visual sea un hombre de
éxito, pero existen padres que, peligrosamente, pretenden que ese éxito
neutralice, aniquile socialmente la realidad de una limitación. Es un
proceso de creación de un superhijo que demuestre que es capaz de
lograrlo casi todo para obnubilar, en gran medida, el dolor que han
enfrentado. Pero hay un hijo real que quizá no tenga todas las
potencialidades para salir ganador en todo lo propuesto, o que ni
siquiera tenga motivación para intentar lograrlo, porque no le interesa
mínimamente “esto” o “aquello” que para sus padres resulta tan
determinante en la vida.


Así, encontramos niños y jóvenes que además de cumplir con su vida
escolar se ven saturados de innumerables actividades a las cuales
los vinculan sus padres, sin ni siquiera consultarles su interés y muchas
veces obligándolos, por el solo afán de éxito. Y así, además del colegio,
están las clases de flauta, de danzas, de natación, de teatro, etc., por
fuera del ambiente escolar, donde la exigencia puede ser, que sea el
mejor de los alumnos.


Revise hasta qué punto le compete tomar decisiones por su hijo con
limitación visual. ¿Está contribuyendo con su actitud a la formación
de la autonomía del niño la cual le dará seguridad para su desempeño
social? ¿Admite usted a su hijo como realmente es, con potencialidades
y limitantes y dispuesto a ser él mismo como quiere ser? Recuerde
que una cosa es formación y otra el modelar y moldear de acuerdo
a sus propios intereses.


Finalmente y si es este su caso ¿Por qué pretende asegurar un éxito
en toda la vida social de su hijo? Sin lugar a dudas existe una necesidad
de satisfacción personal, válida como padre y especialmente, como
ser humano, que se ha visto confrontada por la angustia y la
desesperanza; pero ¿no es más realista brindarle los fundamentos
con los cuales aprenda, a lo largo de la vida, a enfrentar las dimensiones
del desencanto, del desamor, del fracaso económico, de la falta de
fe en el porvenir y los preceptos para aprovechar de la mejor manera
el éxito personal?

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