lunes, 29 de septiembre de 2008

SERVICIOS EDUCATIVOS Y DE SALUD

En el caso de una limitación visual, al igual que con otro tipo de
alteración, a nivel sensorial, físico o cognoscitivo, las intervenciones
educativa y de salud suelen darse en forma paralela. El aprendizaje
de las áreas tiflológicas (Braille, ábaco, Orientación y Movilidad)
compete, según cada caso, a las áreas de salud (cuando se refiere
a la rehabilitación) o de educación (cuando el proceso es
fundamentalmente pedagógico y se realiza en forma simultánea a los

aprendizajes escolares).


Usted, como padre de familia, debe procurar la mayor colaboración
con el equipo de educación que apoya el proceso de su hijo. La
elaboración del material didáctico especifico (fabricación de mapas en
alto relieve, transcripciones al Braille, etc.) son parte de esa ayuda
de la misma manera que le colaboraría a un hijo vidente, en procura
de hacer bien sus tareas escolares. En la medida que le sea posible,
enriquezca el espacio de “hacer las tareas” clarificando dudas cuya
respuesta usted pueda bridar, explorando las inquietudes y el estado
emocional ante la vida escolar de su hijo y, de manera especial,
incentivando la independencia y la búsqueda de logros académicos.
Usted debe conocer, y dialogar con los profesionales de educación,
acerca de lo peculiar que existe en la educación de una persona con
limitación visual, reconocer dificultades y dilucidar soluciones. Los
eventuales problemas de aprendizaje que se presenten no deben llevar
a rotulación de su hijo sino a la comprensión de su situación y el
planteamiento de la más adecuada intervención.


Esto último es también aplicable en el área de la salud donde
frecuentemente los diagnósticos suelen encasillar al niño o joven
evaluado y pronosticar, de acuerdo a imágenes estandarizadas, su
desempeño a todo nivel.


Los servicios de salud (medicina general, terapia del lenguaje,
ocupacional y otras, sicología, oftalmología, etc.) son un apoyo
fundamental para el desarrollo psicosocial de la población con
limitaciones de todo tipo e influyen drásticamente en los resultados
que se alcanzan a nivel pedagógico.


Los padres de familia suelen sentirse
más próximos a los profesionales de
la educación, sienten más confianza
para expresar y compartir inquietudes,
mientras que con los
profesionales de la salud por
múltiples circunstancias (tiempo de
diálogos más breve, utilización
exagerada de lenguaje técnico por
parte de estos, ambientes menos
cálidos propiciados por las actitudes
del profesional, etc.) tienden a
desarrollar actitudes más preventivas, en buena medida, por el contexto
cultural.


En nuestro medio se sigue contemplando a médicos, psicólogos,
terapeutas y otros profesionales de la salud como “sabelotodo”
poseedores de la verdad y con recetas mágicas para cada caso. No
es así y usted debe cambiar su actitud hacia los profesionales: nadie
mejor que usted conoce el desempeño de su hijo diariamente, pero
también lo desconoce en otras situaciones. Comparta puntos de vista
e inquietudes. Recuerde sus derechos como padre de un niño con
necesidades especiales. Exija una relación honesta con estos
profesionales donde exista claridad en los conceptos y orientaciones
que se le brinden y procure que la cordialidad y comprensión
caractericen este tipo de relaciones. Piense también que los
profesionales no son seres perfectos y por lo tanto no están exentos
de dificultades y defectos.

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